

Por otro, el vértigo de bajar entre rocas y el riesgo que eso implica. Es esfuerzo, aventura y superación a la vez. Y como recompensa, el orgullo de vencer ese miedo latente que agita los sentidos, pero te hace sentir vivo.
El esquí es un ejercicio sumamente completo que fortalece las piernas y otros músculos del cuerpo y tiene múltiples ventajas para la salud física y mental. “Los beneficios de esquiar, al igual que los de otros deportes similares, incluyen el desarrollo de la fuerza muscular en los miembros inferiores y superiores, incluyendo los de la cintura escapular”, explica Néstor Lentini, médico traumatólogo especializado en medicina deportiva (MN44.271). Y asegura que también se trabajan los músculos del core, fundamentales para mantener el equilibrio durante la actividad.
Según un informe publicado en el Scandinavian Journal of Medicine & Science in Sports, 12 semanas de esquí tuvieron un impacto profundo en la salud de personas de entre 60 y 76 años, lo que llevó a un aumento significativo en su equilibrio, así como en su capacidad aeróbica, fuerza y potencia.
Lentini explica que el esquí también mejora la resistencia cardiovascular: “Este tipo de entrenamiento aeróbico genera beneficios similares a los que se observan en otros deportes de mediana y larga duración, como corredores de media maratón, maratonistas o los que entrenan diariamente y salen a correr”.
Coincide Alejandra Hintze, médica deportóloga (MN. 114.193) quien asegura que el esquí es un deporte con una exigencia cardiovascular altísima y un gasto calórico muy elevado. “No es casual que muchas personas, tras una semana de esquí, noten una importante pérdida de masa grasa o terminen cada jornada con un apetito voraz. El cuerpo trabaja intensamente durante horas. Esto se debe a que el esquí involucra grandes grupos musculares de forma coordinada: brazos (con los bastones), piernas (por el control de los esquíes) y, especialmente, el core, que estabiliza el tronco y conecta todo el movimiento”, aclara la especialista.
En lo que se refiere al gasto calórico, el traumatólogo da un dato interesante: “Si bien es variable, se calcula que podemos gastar entre 400 y 600 calorías por hora si estamos realizando varias bajadas”. Y destaca que esquiar también favorece la coordinación y el equilibrio.
En esta misma línea, Hintze detalla que las actividades cíclicas como el esquí requieren una gran coordinación muscular y un alto nivel de propiocepción –la capacidad del cuerpo de percibir la posición y el movimiento de sus partes en el espacio–. Al deslizarse sobre superficies inestables como la nieve, también se demanda un notable control del equilibrio.
Los huesos también se benefician con este deporte: “Si trabajamos sobre el sistema muscular y el movimiento, ayudamos a nuestro sistema óseo. Por eso, se trata de estimular ejercicios de fuerza y flexibilidad para mejorar la salud ósea y así evitar osteopenia y osteoporosis”, dice Lentini.
Otro gran beneficio del esquí es el trabajo sobre los músculos posturales. “Es un deporte que exige una postura eficiente y un fuerte desarrollo de los músculos que estabilizan la columna, piernas, brazos y cabeza en el espacio. Al deslizarse sobre una superficie inestable y en pendiente, mantener una buena postura es fundamental para evitar caídas y descensos descontrolados”, explica Hintze y continúa: “Este tipo de esfuerzo postural es mayormente isométrico: implica sostener una posición con tensión muscular durante todo el trayecto. Por eso, los esquiadores suelen tener una postura corporal excelente”.
Además, el esquí exige altos niveles de foco y concentración ya que combina velocidad con múltiples estímulos del entorno, y obliga a tomar decisiones rápidas y precisas. “Pequeños errores pueden tener consecuencias graves, como caídas, golpes o choques. En este sentido, también representa un intenso trabajo cognitivo y de atención plena”, resume Hintze.